No esperó que lo cargaran en brazos, y tampoco pudo preguntar qué hacían. Guardó silencio, tratando de esconderse como pudo entre los brazos de Date. Sabía que tenía que controlar sus emociones, se lo repetia siempre, pero siempre terminaba ocurriéndole lo mismo. Había sido una imprudencia, pero, por suerte, nadie lo había visto. No sabía qué planeaban ambos hermanos, y no pudo evitar sorprenderse al ver lo que parecía ser el Dôjo del que le habían hablado.
Cuando llegaron, pudo ver al niño, e imaginó que debía ser el pequeño al que le habían hecho el regalo. Se quedó muy quieto, tratando de no hacer nada extraño, sabía que eran humanos, y no estaba seguro de que fuera prudente. Aunque ya había llamado la atención. ¿Qué hacía un cachorro de león en su Dôjo? Vio a la mujer, de nuevo pensando que sería la madre del niño, y agachó de nuevo sus orejas al escuchar el tono malhumorado del castaño. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía avergonzado por haber hecho algo mal...
Llegaron a lo que parecía ser la casa de los hermanos, y quiso corretear un poco cuando Date lo soltó, pero desechó esa idea rápidamente. No quería ensuciar nada. Y volvió a sorprenderse por ello, normalmente, habría correteado por toda la casa sin pudor alguno. Miró al menor de los hermanos, y juraría que le había sonreído, pero desvió su atención para mirar al mayor cuando este le preguntó por sus transformaciones. Negó con la cabeza a la primera pregunta, y asintió con cierta duda a la segunda. Cuando se transformaba, perdía la capacidad de hablar, así que sólo podía comunicarse mediante gestos. Era cierto que no podía controlar sus transformaciones, pero no sólo se transformaba cuando estaba enfadado. A veces, cuando se sentía en peligro, estaba asustado... incluso algunas veces se transformaba sin razón aparente. Pero nunca porque él decidiera hacerlo.
Miró a los mellizos, mientras estos también lo miraban, supo que esperando a que volviera a transformarse. Le llevaría unos cuantos minutos. No seguía enfadado, así que esperaba que no se alargara demasiado el tiempo. No le gustaba estar en su forma animal, no ahora, le resultaba más difícil controlar sus emociones y sus instintos, temía romper algo. Dejó de pensar en eso cuando escuchó al menor de los hermanos, extrañado pues no terminó su pregunta y se marchó. Avanzó un par de pasos dispuesto a seguirlo, pero sacudió la cabeza y se tumbó en el suelo, esperando.
Se cansó enseguida, y se acercó al mayor de los hermanos, mirándole con aire confundido, señalando con la cabeza al lugar al que se había ido Date, queriendo preguntar si sabía lo que le ocurría. Se quedó mirando a ese sitio, como una mascota esperando a que volviera su amo. Esa idea le extrañó aún más. Él nunca hacía esas cosas.