Estaba algo atareada, eran las once de la noche y la cocina echaba chispas, contábamos con veinte de los mejores cocineros de la ciudad y aun así el trabajo se estaba acumulando más que cualquier otra noche. –Un costillar y tres lubinas, daos prisa.- empezaba a agobiarme tanto ir y venir, sobre todo cuando la gente no es capaz de esperar ni dos segundos a que llegue su plato y el comienzo de las quejas, por eso pedí un cocinero experto para que me sustituyera y poder tomar descanso cosa que no me negaron en absoluto.
Le indiqué a esta persona que se quedara al mando y me salí por la puerta de atrás, una vez fuera respire hondo y miré el lugar donde me encontraba: un pequeño callejón estrecho, oscuro, perfecto para un tentempié, pero mi comida no llegaría hasta dentro de varias horas o quizás ni llegara hoy por lo que tenía dos opciones, o me aguantaba o iba a mi departamento a por alguna reserva. Aunque quizás podría pillar alguna presa no muy grande… o no muy lista, aunque supiera a rayos, era mejor que nada desde luego. Volví a entrar para cambiar el gorro de cocina por el que yo había traído, uno estilo “Michael Jackson” y regresé a la puerta a la espera de que alguna presa se presentase o pasase por allí.