Es fácil asegurar como las apariencias suelen engañar hasta a los sujetos menos ingenuos; pero inevitablemente en cada ocasión que se ensañaba con un humano que tenía la mala suerte de toparse con él, lo recordaba y daba por firmado sus errores. En general, todos solían ser unos idiotas que no diferenciaban la inocencia y dulzura de una adolescente normal que la de un demonio en piel de oveja.
Sonrió y soltó una pequeña risita en cuanto caminaba por las calles de la ciudad a ésa hora. Allí, justo como una jovencita que llevaba puesta una clara blusa y una corta falda para llamar la atención de algún pobre individuo. Las cosas eran simples y la rutina se efectuaba con total naturalidad: se dejaba acosar, permitía que le intentasen ligar o simplemente se hacía la chica ingenua que se ha perdido en medio de tantas callejuelas; luego de tener entre ceja y ceja a su víctima les pedía con sutileza ayuda para encontrar su destino. Con todas las malas intenciones del mundo, les guiaba por rutas que estaban lejos de ser del gusto de una señorita y en cuanto se presentaba el momento de oro, les atacaba por la espalda...
Podía beber de ellos hasta la última gota o como también podía dejarles a medias, insatisfecho por el sabor que podía entregar su carmín permitía fluir a sus instintos homicidas como para desmembrar a su víctima si su cabeza se lo indicaba...
Pero no había por qué adelantarse, hace muy poco que el sol se había esconcido y la noche resultaba siempre ser joven. En medio de las concurridas calles de la ciudad, siempre puedes encontrarte con algo que llame tu atención y así fue como la sonrisa se le ensanchó cuando por entre caras y caras de desconocidos una en particular llamó su atención; aquel individuo sería el elegido para el juego de hoy...
Puso entonces su mejor cara en su aspecto femenino y se le acercó con paso descuidado. Aquella faceta de actor comenzaba a aflorar desde ése momento.