La luna brillaba en el firmamento, empañada a causa del humo de la contaminación y las luces de las farolas. Habían pocas personas paseando, y la mayoría regresaba a sus hogares. Una de ellas, la más cercana, tintineaba, apunto de fundirse. No hacía especial frío esa noche.
Ella observaba, colándose entre las piernas de los viandantes, como la luz seguía parpadeando, sin llegar a apagarse. Saltó sobre el muro que había justo al lado, arqueándose de la cabeza a la cola. Alzó sus felinos ojos hacia el edificio, calculando mentalmente. Y volvió a saltar, logrando caer sobre el tejado...
Allí se acomodó, observando desde arriba el ir y venir de las escasas gentes. Las estrellas, sin embargo, no podían ser vistas en todo su esplendor, a causa de la mala zona. Sin embargo, era mejor que estar abajo... Ahí arriba, en su forma animal y sin nadie que la molestase, le era fácil echar a volar su imaginación, y olvidarse de toda la rutina y los temores.
Ronroneó, observándose las uñas. Había sido un día agotador, y ni si quiera había conseguido gran cosa que llevarse a la boca...
...Sabía que no podía seguir así, que nadie sobrevivía a base de fantasear desde las alturas.