♦Apodo: -No tiene- (ni te atrevas a ponérselo)
♦Nombre: Ethan
♦Apellido: Tarlem
♦Edad: 20
♦Orientación Sexual: Homosexual - Uke
♦Empleo: Conde
♦Raza: Heliogábalus:
♦Descripción Física: [Al menos 3 lineas]
♦Descripción Psicológica: [Al menos 4 lineas]
♦Gustos:
♦Disgustos:
♦Historia:
Ethan vivía en la Edad Media, pertenecía a una clase social alta, pues sus padres eran condes, y él, como primogénito, acabaría siéndolo también cuando llegara a la edad establecida. Todo había sido muy cómodo, pero a pesar de tenerlo todo, no era como la mayoría. Culto, le gustaba leer, aprender e incluso tocaba el violín como instrumento favorito, todos decían que con el paso del tiempo, podría llegar a ser consejero del Rey si se lo proponía. Su familia era pequeña en comparación con las demás, sus padres, se preocupaban de las tierras y los amaños para conseguir hacerse un espacio en la política del momento, cosa que a él no le interesaba nada. Sus hermanos pequeños estaban destinados a la batalla, siempre animados practicaban con espadas de madera, no era raro verles pelear, pero se notaba el cariño que se procesaban, por desgracia, apenas podía disfrutar de ellos, pues no estaba muy bien visto y peligraba de un modo u otro la herencia por su muerte, no era la primera vez que pasaba algo así, por ello se protegía la vida de los primeros en nacer. Tontería según él, pues los que compartían su sangre eran tan nobles que tendría que venir el demonio a poseerlos para conseguir amagos de traición. ¿Bello verdad? Pues lo era aún más con Lanua. Ella pertenecía a la familia Ciprés, con algo menos de posición, pero aún así, con poder adquisitivo, de siempre, había estado con ella, era su amiga de la infancia, y de la persona de la que estaba enamorado. No solo era su físico, tan grácil, tan frágil, delgada como una muñeca, pero activa como una guerrera, sus cabellos rojizos, ondulados al viento como fragmentos del sol, sus ojos, aquellos orbes tan penetrantes, que solían leer tanto su mente. Su sonrisa, la comisura de sus labios, sus pómulos, todo era hermoso en su cuerpo, cada centímetro de ella era la más preciada obra de arte. Un ángel, uno bajado del cielo para robar su corazón. Con la personalidad más rebuscada de todas, era una chica autosuficiente, le gustaba la aventura, siempre estaba feliz, animándole, haciendo que tuviera que hacer cosas que en su vida habría cometido, era, sin lugar a dudas, la chispa de su vida, su alma, el fuego que lo mantenía calido, eso que lograba zafarle de toda la soledad que podría invadirle con facilidad. Era su diosa, su musa, había raptado su esencia de tal forma que no existía un ‘’no’’ para aquella boca. La amaba. Era el sentimiento más fuerte que cualquier cosa, sabía que mataría por ella, sabía que sin lugar a dudas, podría vivir sin nada, apenas con unos trapos, solo para poder compartir su persona. Podía dejarlo todo, abandonarlo, solo, únicamente por un beso inocente en su mejilla.
Pero, todo se vio truncado.
Lo que no sabía es que su familia practicaba la brujería, algo espinoso que le llevó a su destrucción, beber sangre, matar inocentes, todo empezó cuando el día de sus 18 años, fue infectado a posta por familiares en busca de poder. A partir de allí, todo se oscureció, tener que beber eso, fue lo peor, vomitaba, enfermaba, sentía la angustia en sus venas por saber que se estaba convirtiendo en un monstruo. Tuvo miedo, mucho miedo, por ello se tuvo que alejar de todo, de Lanua, de los seres que amaba, para vivir encerrado en un castillo, devorando lo que le ofrecían, que él, rogaba fueran animales antes que personas, por mucho, que pronto se viera atraído por esa sangre. Se asqueaba a si mismo, pero le servía el consuelo de que moriría algún día, que se curaría, que podría manejarlo todo para volver con su amor. Pero no ocurrió así.
Master. Él no quiso, pero… Fue traicionado por sus cercanos logrando así, la inmortalidad, y el dejar de ser humano. Sufrió demasiado, era tan doloroso, tan, devastador, que sentía ganas de llorar como si de un niño se tratase. Después de convertirse ayuda, desesperado, buscó su flor, quizás ella le diera la razón, la vida que necesitaba, pero…no, no fue así.
Cuando llegó a la casa ajena, Su Vida, ella misma, quiso asesinarle con sus propias manos. En un principio se dejó, por desgracia nada lo mataba, por ello, se rompía al ver como su luz se volvía afilada, llamándole demonio, rogando porque le trajera a su ‘’Ethan’’ – Soy yo, soy yo… - quería decir, gritar, pero nada funcionó, ¿Quién le iba decir que esa familia era toda caza vampiros? Una descendencia sin igual. Pasó toda su vida buscando su muerte, y finalmente, el tiempo la consumió, quedándose él, completamente solo, en la oscuridad.
Abandonado.
Ahora, en la actualidad, encontró a su descendiente, el descendiente de Lanua. Perdió ya toda la humanidad que tenía, solo buscaba alimento, y seguir su día a día. Pero encontrarse a ese hombre, ese que contenía la sangre de su amaba, apunto de morir, fue algo que no pudo soportar, por ese motivo, le dio, la vida una vida de inmortalidad, y a la vez, lo ató a él, pues necesitaba de su sangre para vivir. ¿Qué ocurriría ahora? Solo el destino podía saber pregunta tan rebuscada.
♦Datos Extra:
♦Imágenes:
- Spoiler:
Lanua-->
- Spoiler:
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♦Nombre del anime/manga/videojuego del que procede: Hetalia
♦Nombre del personaje: Austria