Fotografías

Los reflectores y las cámaras estaban acomodados en torno a una fuente en el parque. Los curiosos se amontonaban para ver de qué diablos se trataba. A qué se debería tal alboroto y tanto movimiento de aparatos electrónicos en una zona así. No demoró en hacerse conocer la respuesta. Un lujoso auto negro, con vidrios oscuros se detuvo frente a la plaza y de él descendió ella. La muchacha llevaba unos lentes oscuros para que su visión no se viera dificultada por los cambios de luz y un conjunto que consistía en unos jeans y un sweater ceñido a los hombros, adornaban su delicada figura a la perfección. Con paso elegante se dirigió hacia donde se encontraba quien parecía ser el director, para luego quitarse los lentes y acomodarlos sobre su cabeza. Tras una corta plática, el hombre la dirigió a un motorhome, el cual parecía ser su vestidor. La muchacha ingresó con calma, para luego salir minutos después con un vestido blanco, con detalles en celeste, combinando con sus ojos.

La verdad no comprendía para qué demonios hacía eso, pero no le molestaba. Un trabajo era un trabajo. Lo que le molestaba un poco era tener que fingir estar feliz, cuando en verdad todo aquello le importaba un comino. Pero ella podía fingir bien, así que le daba igual.

“Bien, vamos a comenzar.” Escuchó decir al director, quien le indicó que se acomodara junto a la fuente para comenzar con la sesión. La muchacha debía observar el agua, para luego caminar por el borde de la fuente y jugar con aquella escena.

En todo aquel trabajo, solo se limitó a pensar sobre su vida, su familia, lo estúpido que era todo aquello y lo molesto que era tener a ese puñado de curiosos observando todo tan detenidamente, como si estuvieran analizando con ojo crítico todo aquello.

Una vez se vio terminada la primer parte de aquello, y se hizo un intervalo para comer y analizar el trabajo de la mañana, la muchacha decidió dar una breve caminata. Sabía que no podía alejarse demasiado, pero de todos modos quería tomar algo de aire y despejarse. Volvió al motorhome y se cambió de ropas, para luego comenzar a vagar por el parque sin un rumbo fijo, mientras escuchaba música en un reproductor de MP3. Había dejado correr las mismas pistas una y otra vez, como si quisiera repasarlas, estudiarlas. La verdad era que no estaba prestando mucha atención a las canciones. Se perdía más en el paisaje que estaba a su alrededor, inhalando el aroma de las flores, las hojas, sintiendo el fresco golpear su rostro con suavidad, meciendo su larga melena. Cerró los ojos y se quedó de pie, disfrutando de aquella sensación unos momentos.

Iba concentrada en la nada, cuando se dio cuenta de que el sonido del MP3 era opacado por un murmullo. Meditó unos segundos, antes de apagar el aparato y guardarlo en su bolsillo, para concentrarse en aquel sonido. Era un violín. Vaya… en verdad era un sonido agradable. Ella misma, violinista, lo encontraba simplemente agradable. Cerró los ojos y avanzó en dirección a la música, disfrutando del sonido que la envolvía. Era una melodía casi hipnótica.

Sus pasos se detuvieron cuando estuvo frente a la persona que emitía aquel sonido. Observó a la niña callada, algo asombrada, puesto que no parecía superar los 15 años… Pero bueno, ella también había aprendido de pequeña con el violín.

Ah… esa obra era agradable. Podía sentir incluso la voz de Pavarotti cantándola. Nessum Dorma. Si, era una melodía maravillosa. Conmovedora. Cerró los ojos, escuchando con calma, hasta que la melodía se vio concluida. Finalmente la ojiazul se volvió a verla, para luego comenzar a aplaudir con suavidad.

-Maravilloso.- Dijo simplemente, para luego cruzarse de brazos y acercarse un par de pasos, acabando por inclinarse levemente hacia la muchacha. –Era Nessum Dorma, la que interpreta Pavarotti, ¿Cierto? Me gusta la música clásica. Es relajante.- Comentó, para luego enderezarse y observar el entorno. Aún parecía tener tiempo, puesto que nadie la había ido a buscar. Observó su reloj. Si, le quedaba algo de tiempo aún. Finalmente se volvió a la pequeña desconocida.

Haru la contempló callada. Aquel nerviosismo repentino no encajaba para nada con la imagen anterior que había dado. Tan calmada y hasta segura de si misma. Suspiró con calma y se aproximó más para extender su mano derecha con suavidad, con claras intenciones de estrecharla.

-Haru Yumekui.- Se presentó con calma, al tiempo que miraba a la muchacha a los ojos, para luego desviar la mirada al violín. -¿Podría verlo?- Preguntó con suavidad. Probablemente, si era como ella, sería algo recelosa de ceder su instrumento a otro. –No te preocupes, no haré nada extraño.- Aclaró rápidamente, pensando que a ella misma le habría gustado que le dijeran eso. Nadie tocaba su violín, solo su abuelo, quien era su maestro. Suspiró y entrelazó las manos en su espalda, en caso de que la muchacha se negara a permitirle ver aquel instrumento. No se lo tomaría a mal si se negaba, puesto que ella no lo habría hecho.

La contempló callada, como si ya supiera de su negativa. Con calma asintió, manteniendo los ojos cerrados. Suspiró con calma y observó el entorno, para luego volver a clavar sus ojos azules, en los chocolate de la muchacha.

-Comprendo, no debes disculparte. Yo tampoco lo habría dado porque sí.- Dijo con sencillez para luego suspirar. –Así que me conoces…- Agregó, decidiendo desviar el tema. No era alguien que respondiese a los cumplidos, por lo que había pasado por alto los de la muchacha, dedicando solo una media sonrisa.

-¿Qué hacías por aquí Spada?- Preguntó con calma, al tiempo que inclinaba la cabeza levemente. No parecía que fuese como los otros curiosos, que habían ido por la sesión de fotos. Más bien, se veía como si simplemente hubiera llegado allí, por azar. Con calma se acomodó el cabello, para luego observar en la dirección de la cual venía.

Contempló a la muchacha en completo silencio, para luego suspirar con una sonrisa que, si bien era leve, no era falsa. La joven de mirada azulada posó una mano sobre los rizos pelirrojos, para luego tomarla del mentón con suavidad, y hacer que levantara la mirada. Su abuelo siempre hacía ese gesto cuando ella era niña y le decía “Las damas deben ver siempre al frente. Se ven hermosas cuando muestran firmeza”. Quizás nunca comprendería por qué hizo aquel gesto significativo para ella, con aquella niña.

-Estoy aquí por trabajo.- Dijo en tono sereno, para luego señalar en dirección a las cámaras. –Solo nos detuvimos para descansar un momento, seguramente en cualquier momento deba regresar.- Agregó viendo la hora. Finalmente se volvió a la niña. Le agradaba que fuera tan… devota a la música como ella misma se sentía serlo. –Si gustas puedes ir a ver.- Comentó pensativa, para luego inclinarse levemente hacia ella. La analizó unos segundos con la mirada, indagando sus ojos color chocolate. Se veía algo triste. Tras meditar unos segundos, le dedicó una sonrisa amable y educada. –Luego tengo que ir al estudio de grabación. Si gustas, podría llevarte.- Agregó por lo bajo, en un tono que parecía confidencial. Era raro que ella hiciera algo. Pero… aquella niña se veía triste y algo dentro suyo le indicaba que debería darle algo. Alguna alegría.

Su mirada se ablandó cuando la muchacha de melena rojiza mostró aquella reacción ante sus invitaciones. Con calma, Haru se incorporó, para luego asentir levemente con la cabeza, como modo de respuesta.

-No te preocupes por eso.- Agregó, antes de suspirar al ver el reloj del parque. Ya debía regresar o se metería en problemas. –Ya debo volver. Si gustas puedes venir.- Comentó con calma, antes de iniciar su marcha hacia la sesión de fotos. Sus pasos eran serenos y firmes mientras se aproximaba a su destino. Tras avanzar un poco, volteó a ver a la muchacha, para luego extenderle la mano, invitándola a seguirla. Posteriormente, retomó la marcha.

No tomó mucho tiempo hasta que llegase con su representante, quien le dijo que ya casi retomarían con el trabajo. La muchacha asintió en silencio y fue cambiarse.